El pasado 22 de abril tuvo lugar la “Marcha por la Ciencia”. Centenares de científicos, y no científicos, salieron a las calles de las grandes ciudades españolas a reivindicar por la necesidad de apostar por la investigación.
Pese a que la Marcha en las distintas ciudades fue de gran éxito y la gente acudió a la llamada, no deja de ser un acto bochornoso. Y, no nos cofundamos. Apoyo la iniciativa de los científicos y su lucha, pero no tanto que hayamos tenido que llegar a este punto.
Reivindicar por la necesidad de apoyar a la ciencia, por apoyar el progreso, debería estar ya más que superado. No debería hacer falta. No debería. La realidad, claramente, es otra. Prefieren ahorrar dinero en cuanto a progreso se refiere.
Y no me refiero solo a un avance tecnológico o puramente científico. Vayamos a la salud. Hace poco, la Universidad de Valencia junto con el Hospital la Fe descubrió la forma de luchar contra el cáncer: una vacuna. El medicamento, ya testado en animales, está dando muy buenas expectativas, y solo falta probarlo en genes humanos. Sin embargo, esto no llegará a ser posible por falta de 50.000 euros de financiación.
El cáncer, una enfermedad que se lleva a miles de personas al año, podrá seguir por ahí a falta de tan solo 50.000 euros. Por esta razón, la Marcha por la Ciencia del pasado 22 de abril es más que comprensible.
Y es triste. Porque, sin duda, la ciencia es la que nos permite desarrollarnos en todos los aspectos. Solo cabe esperar que la Marcha haya tenido oída en nuestros superiores y decidan hacer algo.